Ciertas enfermedades infecciosas ocurren con mayor frecuencia durante la infancia y, a menudo, son motivo de ausentismo escolar reiterado, con la preocupación y los inconvenientes que esto genera. Por ejemplo, los niños sanos menores de 5 años –muchos de los cuales van al jardín maternal o de infantes– padecen entre siete y ocho episodios de resfrío al año, aproximadamente. Por lo tanto, el ciclo de infección, curación y reinfección es muy habitual durante el período lectivo.
Entre las infecciones más frecuentes que afectan a chicos que van al jardín o a la escuela, están las respiratorias, que representan el 89% de los casos y son más habituales en el invierno. Las causan, principalmente, virus. Además, son comunes las infecciones gastrointestinales provocadas por virus, que, al igual que las respiratorias, pueden diseminarse con rapidez, ya sea por contacto directo con las secreciones de la nariz y la boca, o por contacto con las manos u otros objetos contaminados. En el ámbito escolar, se favorecen las condiciones para que esto suceda: los grupos de chicos permanecen durante muchas horas en un lugar cerrado, sumado a la exposición a secreciones propias de las actividades de los niños. Por eso, el entorno es muy propicio para la transmisión de infecciones virales.
La reiteración de estos episodios se explica, por un lado, porque el cuerpo no produce defensas duraderas (inmunidad a largo plazo) contra las bacterias y los virus respiratorios que causan muchas de estas enfermedades, entre ellas, otitis, faringitis, bronquitis, bronquiolitis y neumonía. Entonces, estos cuadros pueden repetirse muchas veces y de año a año. Por otro lado, existen variantes de cada tipo de virus respiratorio, por lo que los anticuerpos que el sistema inmunológico produce contra una de ellas no protegen contra las otras.
Es importante distinguir cuándo un niño presenta infecciones frecuentes por estar expuesto a muchos gérmenes en el jardín y cuándo estas infecciones son un signo de que algo no anda bien. Por lo general, estos episodios reiterados producen resfrío, anginas, otitis y otros síntomas respiratorios que suelen curarse solos o que, en algunos casos, requieren antibióticos, pero responden rápidamente.
Cuando las infecciones se presentan en niños que tienen alguna enfermedad que afecta a sus defensas (inmunodeficiencia), son, en general, más invasivas, como las infecciones de la sangre (bacteriemias), o tienen una respuesta lenta a la curación. Son ejemplos las otitis supuradas que se repiten múltiples veces, las neumonías a repetición y cuadros febriles prolongados sin una causa evidente. A veces, estos casos se acompañan de mala evolución del peso –a esos niños les cuesta alcanzar el peso adecuado para su edad y su talla– o trastornos que afectan a otros sitios del cuerpo, como lesiones crónicas de la piel, convulsiones o retraso madurativo. Se recomienda que los padres estén atentos ante la aparición de cualquiera de estas manifestaciones para consultar con el pediatra en forma oportuna.
Dicho esto, cabe destacar que las inmunodeficiencias son trastornos muy raros en los niños y que la gran mayoría de los que tienen infecciones frecuentes son chicos sanos, expuestos tempranamente a los microorganismos, en especial, a los virus respiratorios. La otitis media es una de las infecciones más frecuentes durante la infancia: se estima que, al cumplir 3 años, entre el 50% y el 85% de los niños han experimentado al menos un episodio.
Si bien no es posible evitar por completo que los niños tengan estas infecciones recurrentes, existen medidas que previenen su aparición o pueden disminuir la cantidad de episodios. El humo del tabaco es un factor claramente relacionado con el aumento de las enfermedades infecciosas, entre ellas, las respiratorias. Por lo tanto, es fundamental no fumar en los ambientes donde viven o pasan tiempo los chicos, aun cuando no estén presentes, ya que la contaminación permanece y puede afectarlos igual.
La dispersión en el aire de partículas de polvo es otro factor que puede contribuir a empeorar una infección respiratoria. Para evitarlo, se deben limpiar los ambientes con un trapo húmedo o con aspiradora. La medida más efectiva para evitar la transmisión de gérmenes es la higiene de manos, que debe hacerse de rutina tanto en la escuela como en el hogar.
Todos los niños deben contar con el esquema completo de vacunación que le corresponde a su edad. Las vacunas son fundamentales para protegerlos y para prevenir la transmisión de ciertas infecciones en el ámbito escolar y en la comunidad. Preferentemente en otoño y de manera anual, todos los chicos de 6 meses a 2 años tienen que vacunarse contra la gripe. Cuando un niño lo hace por primera vez, debe recibir dos dosis; luego, solo una. Se debe recordar que está incorporada al Calendario Nacional de Vacunación (CNV), por lo que es gratuita y obligatoria para ellos y para los niños mayores de 2 años con enfermedades crónicas (respiratorias, cardíacas, renales, hepáticas, diabetes, obesidad) o con las defensas reducidas debido a, por ejemplo, inmunodeficiencias congénitas o adquiridas, infección por VIH o tratamientos médicos. Entre otras vacunas que incluye el CNV, están también las que previenen la neumonía, la hepatitis A, la varicela y las infecciones causadas por el rotavirus.
Como los lactantes menores de 6 meses no pueden recibir la vacuna antigripal, el CNV también contempla la vacunación de las embarazadas en cualquier trimestre de la gestación (para protegerlas a ellas y al futuro hijo) y de las madres de bebés de esas edades que no se la aplicaron durante el embarazo. Para ellas, la vacuna es gratuita hasta 10 días después de haber dado a luz.
El inicio precoz de la escolarización, como sucede con los niños que asisten a jardín maternal, es un factor de riesgo importante para la aparición de infecciones frecuentes. Si bien la mayoría no suelen ser graves, algunos cuadros virales, como la bronquiolitis en los lactantes pequeños, sí pueden llegar a serlo e, incluso, requerir una internación. Entonces, siempre que sea posible, se debe optar por no enviar a los niños al jardín hasta que hayan cumplido 2 años. Sin embargo, esta situación ideal hoy no es una posibilidad para muchas familias; entonces, los esquemas de vacunación completos y las demás medidas preventivas juegan un papel clave.
Es necesario que el personal a cargo de los niños se higienice las manos con frecuencia, sobre todo, antes y después de preparar mamaderas, de cambiar pañales y de manipular pañuelos u objetos que hayan estado en contacto con secreciones de los niños. Ciertas actividades que implican un mayor riesgo de transmisión de gérmenes, como preparar mamaderas y cambiar pañales, deben hacerse en áreas separadas. Y no debe ser el mismo operador quien realice ambas tareas. Idealmente, todo el personal que cuide a menores de 2 años debe recibir la vacuna antigripal en forma anual para evitar los brotes de gripe en las instituciones. Los que trabajan con menores de 1 año deben aplicarse, además, la vacuna triple bacteriana acelular para prevenir la tos convulsa.
Cuando aparecen infecciones de forma repetida, el tratamiento que corresponda debe estar siempre indicado por el pediatra. Hay que tener en cuenta que, salvo en algunos casos, los antibióticos no benefician la evolución ni la curación de estos cuadros.
También es frecuente que los adultos cuidadores asocien estas infecciones con la alimentación del niño; pero no se ha demostrado que ocurran por falta de vitaminas ni de otros nutrientes.
Si un niño presenta alguno de estos cuadros, debe faltar a clases hasta consultar con un médico:
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