Es una enfermedad viral que provoca la inflamación del hígado. En algunos casos, puede hacerse crónica y complicarse con la aparición de cirrosis y cáncer de hígado.
El virus de la hepatitis B se transmite a través del contacto con la sangre y otros fluidos corporales de una persona infectada.
También lo puede transmitir la madre infectada a su hijo en gestación durante el embarazo.
Aunque la infección por este virus puede ser sintomática, la forma asintomática (sin síntomas) es la más común, en especial en niños pequeños.
Los síntomas precoces más frecuentes son: decaimiento general, fiebre, dolores musculares, náuseas y vómitos e ictericia (coloración amarillenta de la piel).
Las personas con infección crónica tienen mayor riesgo de desarrollar complicaciones como cirrosis y cáncer de hígado.
La hepatitis B puede traer consecuencias graves: el principal riesgo en niños y recién nacidos es la portación crónica del virus, que se produce en el 90% de los casos.
La cirrosis se desarrolla aproximadamente en el 20% de las personas con hepatitis B crónica.
Cuanto más temprano adquiere la infección una persona, mayor es la probabilidad de convertirse en portadora crónico.
La vacunación es el único medio de protección contra las consecuencias que produce la infección por este virus a largo plazo.