Esta enfermedad, más conocida como culebrilla, se produce por la reactivación del virus de la varicela zóster, el mismo que causa la varicela y permanece toda la vida en el cuerpo de quienes la tuvieron. En los individuos sanos esta enfermedad se presenta sobre todo a partir de los 50 años, y el riesgo va aumentando con la edad debido al deterioro del sistema inmunológico.
La complicación más frecuente del herpes zóster es la neuralgia posherpética, un dolor invalidante que padece 1 de cada 4 personas, y que puede durar meses o varios años después de la erupción.
Las primeras señales del herpes zóster suelen ser un dolor quemante o un hormigueo, que pueden acompañarse de fiebre y malestar general. Entre 1 y 5 días después, aparece un sarpullido: ramilletes de vesículas o pequeñas ampollas que siguen la orientación del nervio sensitivo. Con mayor frecuencia afecta la base del tórax y la cara, aunque cualquier parte del cuerpo puede verse comprometida. Las lesiones evolucionan a costra en 12 a 14 días, si el paciente no recibe medicamentos antivirales. Este tratamiento sólo es efectivo cuando se inicia dentro de las 72 horas desde el comienzo de la erupción, por este motivo es muy importante consultar al médico de manera precoz.
La neuralgia posherpética es la complicación más frecuente del herpes zóster y puede provocar fatiga crónica, depresión, anorexia y aislamiento social.
Para evitar la infección y sus complicaciones, la vacunación resulta la estrategia de prevención más adecuada.