Es una enfermedad producida por el bacilo de Koch o Mycobacterium tuberculosis.
La forma más común es la tuberculosis pulmonar, pero también existen otras formas más graves llamadas extrapulmonares, como la meningitis tuberculosa, la tuberculosis ganglionar y la osteomielitis vertebral, entre otras.
Se transmite generalmente a través de la inhalación del bacilo tuberculoso que se encuentra en las secreciones respiratorias que los pacientes infectados expulsan al toser, hablar o estornudar.
Los lactantes y niños pequeños tienen más probabilidades de presentar síntomas.
Los más comunes son: fiebre, pérdida o progreso inadecuado de peso, decaimiento, sudores nocturnos y síntomas respiratorios como tos crónica de más de 3 semanas de duración y tos con expectoración sanguinolenta.
En los últimos años hubo un aumento significativo en el número de casos de tuberculosis tanto en la Argentina como en el mundo.
En los países en desarrollo los casos de tuberculosis representan un cuarto de todas las enfermedades que pueden prevenirse, mientras que en la década de 1990 se observó un resurgimiento de esta infección en países industrializados. Esta explosión inesperada se atribuyó a la epidemia de VIH (virus de inmunodeficiencia humana), a las migraciones de población y a las deficientes condiciones de vida de ciertos segmentos de la sociedad.
La vacuna antituberculosa previene las formas graves de la enfermedad. Está compuesta por una suspensión de bacterias vivas atenuadas y se denomina BCG (Bacilo de Calmette-Guérin) en homenaje a sus descubridores.