La proporción de adultos en la población mundial está creciendo significativamente. «Y ello es motivo de celebración», afirma la OMS en su sitio web. Entre sus argumentos, destaca que el fenómeno evidencia los logros de la lucha contra las enfermedades infantiles. Sin duda, muchos de ellos se alcanzaron gracias a las vacunas.
Pero la inmunización es también primordial luego de la niñez y durante toda la vida. Ayuda a los adultos a vivir de forma más saludable y plena, en especial, ahora que los mayores de 50 son más activos que las generaciones previas. «Realizan importantes contribuciones a la sociedad, ya sea en el seno de sus familias o como parte de la fuerza de trabajo –subraya la OMS y agrega–. La sabiduría que han adquirido a lo largo de su vida los convierte en un recurso social esencial».
Opcionales u obligatorias, hoy existen vacunas que permiten a esta franja de la población prevenir infecciones que pueden causar complicaciones indeseables o graves, e incluso ser mortales. Entre ellas, están el herpes zóster, la gripe y la neumonía.
Después de que una persona contrae varicela, el virus permanece inactivo, latente, en ciertas partes del cuerpo; pero es posible que se reactive con los años y cause herpes zóster o «culebrilla», su nombre más conocido. En algún momento de la vida, uno de cada tres adultos puede presentar la enfermedad. «Cuando se trata de individuos sanos, esto ocurre, sobre todo, a partir de los 50. El riesgo aumenta al envejecer, por lo que se estima que casi la mitad de los mayores de 85 padecerá, al menos, un episodio», explica el doctor Daniel Stamboulian.
Con la llegada de la vacuna contra el herpes zóster al país en agosto de 2014, los adultos ya cuentan con la mejor herramienta para estar protegidos. En especial, es fundamental para prevenir la neuralgia posherpética, uno de los dolores más intensos que los pacientes pueden sufrir después de una enfermedad infecciosa. Se indica la inmunización a los mayores de 50 años. Reciben una única dosis y, por el momento, no se requieren refuerzos.
Las primeras señales del herpes zóster suelen ser un dolor quemante o un hormigueo, que se acompañan, a veces, de fiebre y malestar general. Entre uno y cinco días más tarde, aparece un sarpullido, ramilletes de vesículas o pequeñas ampollas que siguen la orientación del nervio sensitivo. Con mayor frecuencia, afecta la base del tórax y la cara, aunque puede comprometer cualquier sitio anatómico. Las lesiones evolucionan a costra en 12 a 14 días si el paciente no recibe medicamentos antivirales. «Este tratamiento es efectivo solo cuando se inicia antes de que se cumplan 72 horas desde el comienzo de la erupción», aclara Hebe Vázquez, médica infectóloga de STAMBOULIAN.
Existe la posibilidad de que los episodios de herpes zóster se repitan. Y, según señala la especialista, hay estudios que muestran que las recurrencias son más frecuentes a medida que pasa el tiempo. «Por eso, pueden vacunarse también las personas que ya tuvieron la enfermedad», enfatiza.
Vázquez añade que, a medida que aumenta la edad de la persona, en particular, a partir de los 70 años, es mayor el impacto de la vacuna en la prevención de la neuralgia posherpética, la complicación más frecuente de la culebrilla. El 25% de los pacientes con herpes zóster puede tener este problema, que llega a durar meses o varios años. En ocasiones, es difícil de tratar, aunque existen varios tipos de medicación que ayudan a controlarlo. «Los tratamientos deben ser correctamente indicados por un especialista», detalla Stamboulian.
Como más del 90% de la población tuvo varicela y puede tener culebrilla, no es necesario hacerse análisis antes de recibir la vacuna. «Es segura y no tiene efectos adversos graves -recalca Vázquez-. Con cierta frecuencia, produce algunas molestias leves y locales, como dolor, hinchazón y enrojecimiento en el lugar donde se aplicó». No pueden vacunarse las embarazadas, las personas que presentan fiebre (temperatura superior a 38º C), pacientes con trastornos severos de las defensas y quienes cursan una enfermedad aguda de moderada a severa. Para los demás grupos, Vázquez señala una ventaja adicional: «La vacuna contra el herpes zóster puede administrarse junto con otras, como la antigripal y la antineumocócica, pero en diferentes sitios».
A partir de los 65 años, todos los adultos deben recibir la vacuna antigripal, que en la Argentina es obligatoria y gratuita para este y otros grupos de riesgo (ver recuadro). «También pueden recibirla todas las personas que quieran protegerse –remarca Stamboulian y afirma–. Como está inactivada, no produce la enfermedad».
La inmunización debe repetirse año a año –preferentemente, en otoño–, ya que su efecto protector dura de 6 a 12 meses. Además, los virus que causan la enfermedad cambian periódicamente su estructura externa, lo que les permite evadir las defensas. Por eso, puede ser necesario modificar de una temporada a otra la composición de las vacunas para asegurar que resulten efectivas contra los agentes virales que estarán circulando.
Esto es lo que sucedió con la vacuna antigripal 2015, que llegó al país a fines de abril, dado que la OMS determinó una nueva formulación para el hemisferio sur. Mientras dure la temporada otoño-invierno, no es tarde para aplicarla.
Con el fin de reducir la transmisión de la gripe, vale tener presente otras medidas importantes: lavarse las manos con frecuencia o higienizarlas con alcohol en gel, y cubrirse con el codo al toser o estornudar.
A partir de los 65 años, todas las personas tienen una mayor predisposición a sufrir complicaciones de la gripe. Además, algunos grupos de jóvenes y adultos de menor edad también muestran un riesgo elevado y deben vacunarse para prevenir la infección:
Aquellas mujeres que no recibieron la vacuna durante el embarazo, deben hacerlo después de dar a luz para reducir el riesgo de infectarse y de contagiar a sus bebés, que solo podrán vacunarse al cumplir los seis meses.
Para todos los grupos de riesgo, las vacunas son gratuitas y están disponibles en los vacunatorios públicos del país. Solo necesitan presentar orden médica las personas de 2 a 64 años que tengan alguna de las enfermedades de base mencionadas. Es importante recordar que las defensas (anticuerpos) se producen entre 10 y 14 días después de la vacunación. Lo ideal es protegerse antes del inicio del invierno, pero, si no lo hicieron a tiempo, estos pacientes deben inmunizarse mientras circule el virus.
La neumonía es una de las infecciones causadas por la bacteria Streptococcus pneumoniae (neumococo), que también provoca otitis, meningitis y septicemia (infección de la sangre). Constituye una de las principales causas de hospitalización y, en el mundo, provoca dos millones de muertes anuales. Tienen más riesgo de enfermarse los mayores de 65 y los jóvenes y adultos que pertenecen a alguno de los siguientes grupos:
Además, la neumonía por neumococo es una de las complicaciones frecuentes de la gripe. Esta bacteria se transmite de persona a persona a través de las secreciones respiratorias que los infectados expulsan al toser, hablar o estornudar. Suele producir fiebre alta, tos, dificultad para respirar y dolor torácico.
«Existen dos vacunas seguras y efectivas que previenen esta enfermedad. Para los grupos de riesgo, la inmunización es obligatoria y gratuita en la Argentina», recuerda Stamboulian. El uso de la vacuna polisacárida (PPSV23) está aprobado para las personas mayores de dos años, y el de la vacuna conjugada 13-valente (PCV13), a partir de los 50. Ambas pueden aplicarse en cualquier época del año y junto con otras vacunas, como la antigripal, pero en distinto brazo. Actualmente, muchos pacientes mayores de 65 años o que tienen los factores de riesgo antes mencionados pueden aplicarse las dos vacunas, comenzando por la conjugada. Por eso, se recomienda consultar con un médico para que defina el mejor esquema para cada persona.
Durante 2014, los EE. UU. constataron una cifra récord de casos de sarampión: 668 reportes confirmados. Se trata de la mayor cantidad de episodios luego de que ese país lograra eliminar la enfermedad en 2000. Y del 1 de enero al 24 de abril de 2015, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades recibieron 166 notificaciones de 19 estados. El 70% de ellas fueron parte de un gran brote que se inició con el contagio en Disneylandia, California. Se reportaron, incluso, casos sospechosos en Canadá y México. ¿Cómo se explica? La mayoría de los enfermos –de menos de 12 meses a 59 años– no estaban vacunados. .
En Brasil, entre 2013 y febrero de 2015, se confirmaron más de novecientos casos de sarampión en el Distrito Federal y en nueve estados. Este año, también hubo reportes en Chile. Y no debemos olvidar que, si bien la Argentina ha erradicado la enfermedad, en 2010 dos personas la importaron al regresar del mundial de fútbol en Sudáfrica, y 15 pacientes más la contrajeron después.
Entonces, aunque el sarampión se considera eliminado de las Américas desde 2002 –cuando gracias a los esfuerzos regionales por lograr altas coberturas de vacunación se detuvo la transmisión endémica–, la OMS alerta que la erradicación «se enfrenta actualmente a grandes desafíos, debido a las varias y continuas importaciones de casos».
No podemos, por lo tanto, ignorar la lección que nos dejan estos brotes: las brechas en la vacunación de niños y de adultos podrían permitir que el sarampión y otras enfermedades prevenibles con vacunas se afianzaran nuevamente y comenzaran a propagarse por nuestro continente.
La vacuna triple viral se utiliza desde hace más de cincuenta años y probó ser segura y eficaz. La persistencia de pequeños grupos de personas que no se la aplican por desconocimiento, desinterés o motivos religiosos o ideológicos expone a brotes y pone en riesgo a quienes no pueden recibirla, como los menores de un año, las embarazadas y ciertos pacientes que tienen enfermedades de base o realizan tratamientos que alteran sus defensas. Así, es crucial mantener altas coberturas en nuestras comunidades. Recordemos que, en la Argentina, la vacunación es gratuita para niños, jóvenes y adultos.
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