A Hebe Uhart le gustaban los viajes —los pueblos, sobre todo—, pero también volver. En su libro Viajera crónica, reveló rincones y personajes que descubrió “caminando, mirando los grafitis, las plazas, yendo al café”. Así sus relatos se resisten a aquello de que sobre la Tierra “no hay nada nuevo bajo el sol”. La novedad es, de hecho, mediadora de las emociones positivas que experimentan los turistas, según un reciente estudio científico.
“Nuestros hallazgos confirman el efecto”, enfatizan Ondrej Mitas y Marcel Bastiaansen, investigadores de la Universidad de Ciencias Aplicadas en Breda (Holanda). Evaluaron a dos grupos de turistas de diferente edad, género, nacionalidad e intereses, que viajaron dentro de sus países de residencia: los EE. UU. y Alemania. Les preguntaron cómo se sentían días antes de partir, durante la travesía y días después de haber regresado; qué tan nuevas o novedosas eras sus vivencias diarias respecto de otras previas; y cuán diferentes de una jornada habitual.
Así demostraron con cifras concretas que el turismo dispara la novedad con respecto a la rutina cotidiana. Observaron que la intensidad de las emociones positivas variaba día a día y que era máxima durante el viaje, al igual que la percepción de novedad. Sin embargo, la novedad solo les permitió explicar de forma parcial la satisfacción por la experiencia turística. “Es posible que las interacciones sociales sean tanto o más importantes”, arriesgan.
En 1979, John Crompton, de la Universidad A&M de Texas (EE. UU.), propuso un modelo para entender las motivaciones y el comportamiento de quienes viajan por placer, es decir, por qué viajan y cómo eligen sus destinos. De forma simplificada, los turistas están sujetos a un “juego de fuerzas”. Cada destino ejerce sobre ellos cierta “atracción”, debida, justamente, a la novedad y a la educación que les brinda. A la vez, hay factores intrínsecos de la persona que la “impulsan” a viajar, como escapar de un ambiente rutinario, relajarse e interactuar con otros.
Partiendo de esta teoría, a principios de 2020, se publicó otro estudio sobre turistas que habían elegido destinos en su país de origen, Etiopía. Los factores que más impulsaron a estas personas a viajar fueron estar en familia, sentirse unidas y la curiosidad. La herencia natural y cultural, y los eventos y festivales fueron las características del destino que más las atrajeron. Todas estas variables les brindaron satisfacción, pero solo los atributos del destino las motivaron a volver y a recomendarlo.
De hecho, la teoría de la atracción y el impulso surgió para mejorar las estrategias de marketing y las ofertas de manera acorde al deseo de los turistas, para captarlos y fidelizarlos. Aún se la usa con este fin, pero se incluyeron nuevos factores de motivación para actualizarla y perfeccionarla, así como enfoques más amplios. Sin embargo, la seguidilla de eventos catastróficos a partir del 11/9 —desde tsunamis y otros desastres naturales hasta la crisis financiera de 2008— exigió una nueva mirada sobre el turismo. “Había que entender cómo se podía salvar la imagen de estos destinos, sobre la cual los riesgos habían tenido un impacto muy negativo”, explica Maximiliano Korstanje, especialista del Centro de Investigación en Turismo y Hospitalidad de la Universidad de Palermo (Argentina).
Este nuevo paradigma permitió reciclar sitios devastados, como Nueva Orleans. Y la Zona Cero, en Nueva York, renació como un epicentro turístico. “Estaba en la naturaleza misma del turista generar un proceso de resiliencia, de adaptación al trauma, a que nos saquen algo de forma abrupta, sin aviso”, señala Korstanje. Quizá por eso, según cuenta, dos meses después del inicio de la pandemia, miles de turistas de todo el mundo manifestaron querer viajar a Wuhan, en China. Anticipa que será uno de los destinos más solicitados apenas se levanten las restricciones actuales.
Esta capacidad de superación que habilita el turismo se debe a que “es una suerte de ritual de pasaje”, según Korstanje. Por un lado, tiene un efecto onírico porque, como los sueños, conjuga la imaginación con el deseo. El turista puede ser quien no es, pero querría ser. Por otro lado, revitaliza las frustraciones diarias y los lazos sociales. “Es una actividad naturalmente humana y fundante de la cultura —agrega el experto—. Las grandes estructuras de las ciudades necesitan válvulas de escape para seguir funcionando, desde festejos hasta turismo; pero, obviamente, dentro de lo que marca la ley”. Por eso, es tan difícil de detener en circunstancias excepcionales.
“Hoy podemos ver lo persistentes que somos en nuestra necesidad de vacacionar”, coincide Mitas. De nacionalidad eslovaca, vive en Holanda, donde hubo una explosión del turismo doméstico durante el verano boreal, según cuenta a Reflexiones. “Espero que todos se hayan sorprendido de lo fácil que se sintieron satisfechos con vacaciones no tan alejadas ni tan destructivas para el ambiente”, subraya.
También afirma que es posible pensar que, después del aislamiento social, preventivo y obligatorio por la COVID-19, la novedad de volver a viajar será enorme. “Primero, no hemos podido vacacionar por muchos meses, ni siquiera soñarlo. Ese mecanismo incrementa mucho la sensación de novedad. Segundo, mientras haya restricciones, viajaremos de modo diferente, que incluye experiencias o lugares nuevos o distintos. Esto proporciona una cuota extra de novedad”, explica.
Asegura que los turistas tienen cierto control sobre su propia percepción de novedad y que la intensidad necesaria no es igual para todos. Habitualmente, la mayoría “se quedan cortos”, pero volver de vacaciones sobrepasados u exhaustos es “pasarse de la raya”. Por eso, recomienda: “Planeen una combinación de experiencias nuevas y familiares. Si se sienten aburridos, unas vacaciones más novedosas que si se sienten estresados o saturados del trabajo”.
Finalmente, sugiere recordar que la novedad no está en el transporte, el destino o las actividades, sino en la propia mente. “Si somos curiosos y abiertos, podemos encontrarla en las cosas más familiares”, enfatiza. Está convencido de que la novedad puede brindar satisfacción a quienes solían vacacionar en el exterior. “Los sentimientos de orgullo nacional y cultural, aunque menos poderosos, son importantes, así como la conciencia de que el turismo doméstico suele ser más sostenible”, agrega. Cree que la pandemia es un ejercicio para prepararnos para los cambios que exige la crisis climática y que es imprescindible reducir la huella de carbono de los vuelos internacionales y elegir destinos poco poblados. “La industria y las personas debemos reeducarnos. El turismo debe dejar algún tipo de impacto positivo en cada sitio”, concluye.
La ANMAT está evaluando los resultados obtenidos hasta el momento con cuatro vacunas. Si cumplen los requisitos necesarios, se espera que la campaña de vacunación empiece en la Argentina durante el verano. Unas doscientas vacunas contra la COVID-19 se […]
La emergencia climática llama a cambiar la lógica actual de crecimiento económico consumista y depredador. Especialistas ponen el foco en visiones y actitudes morales que movilicen a las personas hacia prácticas sostenibles. Autos eléctricos, transporte público y biocombustibles son […]
Por miedo al coronavirus, muchas personas con síntomas de infarto no acudieron a una guardia, y otras postergaron revisiones periódicas importantes. Sin embargo, para minimizar el riesgo de contagio, están previstos circuitos diferentes a los de los casos sospechosos o […]
Alentada por su padre docente, esta joven pakistaní lucha por el derecho a la educación de las niñas. Aunque intentaron asesinarla, siguió adelante. Ganó el Nobel de la Paz y, en plena pandemia, se graduó en Oxford. Su historia nos […]